martes, 15 de diciembre de 2009

En la cueva del Cine Ojo


Cual Polifemo, el cíclope, en su cueva de la productora Cine Ojo (la perciana siempre baja), Marcelo Céspedes podría ser una pieza más de su museo-oficina de la calle Lavalle. Máscaras rituales africanas, diablillos de Oruro y una vasta e inverosímil colección de útiles escolares y juguetes viejos, provenientes de su actividad como traficante de antigüedades, conviven allí con la iconografía peronista de su amigo Daniel Santoro y el último premio de la Unión Industrial Argentina (que le da particular orgullo). Marcelo es el productor de mis películas La televisión y yo, Fotografías y -ahora- la nueva, sin título. También produjimos juntos un proyecto colectivo, Historias de la Argentina en vivo, co-dirigido por 13 directores y protagonizado por un elenco de estrellas de rock, una iniciativa insólita de la Secretaría de Cultura de la Nación en tiempos de Darío Lopérfido, que solemos recordar con risas. A esta altura, bromea Marcelo, somos como un matrimonio viejo que ya sabe que, pase lo que pase, van a seguir juntos. Tiene fama de ogro pero es un tierno, igual que Polifemo, el ogro enamorado que retrató Góngora. Pretende pasar por un rudo hombre de negocios, pero es un idealista. ¿Por qué, si no, hace lo que hace? Los que no lo quieren es porque no lo conocen. Yo mismo a veces me olvido de por qué trabajo con él.

El foro de producción de documentales de Ventana Sur y, justo antes, el DocBsAs -la gran muestra de documentales que coordina junto a Carmen Guarini desde el 2001- lo tuvieron muy ocupado en estos tiempos, amén de las varias películas que tiene en cantera. A veces, como cineasta, uno puede tener la sensación de que el productor se ha olvidado de "nuestra" película. Esto, por supuesto, también tiene su lado bueno. En ciertas circunstancias -por ejemplo cuando hay que darle vueltas en la cabeza a una película que no termina de salir- que te olviden es lo mejor que te puede pasar. Una virtud de Marcelo es que deja que los cineastas se tomen su tiempo: con Fotografías, por ejemplo, habremos estado unos 4 años para terminar, permitiéndonos largos paréntesis en el plan de trabajo. Y ese tiempo -de maduración- se nota en la película. Ultimamente, nuestras reuniones tienen algo de visita de médico. Pero el viernes por la mañana Marcelo dispuso de tres horas para una larga sesión en la que estuvimos cambiando figuritas y mirando materiales de la película en curso. El castigo de los documentalistas que ruedan demasiado (mea culpa) es que después tienen que ver todo lo que filmaron. Y es difícil no decepcionarse: queda apenas una sombra de la experiencia casi siempre muy intensa del rodaje. Y esa experiencia es la que hay que reconstruir en el proceso de montaje. La mirada del Cine Ojo despejó las dudas que uno siempre tiene sobre el valor de lo que está haciendo y le devolvió vitalidad al material, problematizándolo. Porque la mirada del Cine Ojo nunca es una simple expresión de aliento o una palmadita en la espalda. "Esto es muy fuerte", dice en relación a un episodio que aparece registrado en el material. "Está muy bueno, pero puede ser un problema". La discusión que siguió -sobre cómo, en una película, algo "muy bueno" puede ser "un problema"- me recordó, si hacía falta, por qué sigo trabajando con el Cine Ojo.

Publicado por Andrés Di Tella en su blog http://fotografiasdeandresditella.blogspot.com/

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